Vladimir Hernandez Solís

Psicólogo y comunicador

Historia de un comunicador

Nací y crecí entre grabadoras, casetes, cables, máquinas de escribir y papel, mucho papel.

Gracias a mi padre y a mi madre, ambos periodistas, la lectura fue una de mis primeros descubrimientos. “Reportaje al pie de la horca”, de Julius Fučík, fue el primer libro que recuerdo llegó a mis manos, más allá de la literatura infantil de los colegios o los regalos de cumpleaños. Después vinieron los periódicos —que estando todavía en educación primaria— los esperaba a diario para “ponerme al día” leyendo, pero sobre todo para tratar de descifrar cómo se escribe en serio.

Y así, cuando coincidía en las redacciones de los periódicos o de las radios donde mis padres trabajaban, sabía que detrás de todo lo que veía, había algo más. Y yo quería eso.

La primera vez que entré en un estudio de grabación me di cuenta que estaba en el sitio de donde no me gustaría salir. Me cautivaron los olores, las formas, los equipos y todo el respeto que los profesionales con los que coincidía, le brindaban a aquel ambiente maravilloso.  ¡Y solo tenía 11 años! Súmale a eso, tener entre mis manos el primer guión de radio: papel muy finito, para que no se colara en la grabación al pasarlas paginas; papel de color azul celeste, con letras de máquina de escribir de la época, me sirvieron para ir  descubriendo cómo se escribe para la radio: ese algo más; eso que yo quería. Uno de los hallazgos que aún siendo un niño, contribuyó definitivamente para que todo lo narrado matizara mi vida profesional hasta ahora.

El niño fue creciendo y cuando no estaba pegado a un micrófono o entre grabadoras, casetes, cables, máquinas de escribir y mucho papel le dió por estudiar psicología. Y así me va….

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